miércoles, abril 15, 2020

En peligro de extinción



El mundo está cambiando. No lo digo yo. Lo vemos cada día, aunque sea a través del filtro transparente que nos separa del mundo, ése que se ha contagiado de nosotros más que nosotros de él.





Hay un torbellino de emociones impotentes que arañan la piel desde dentro intentando salir, o eso creo, en cada ser humano. Impotente de la falta de libertad que ahora más que nunca añoramos en todos los aspectos.

Cedimos la butaca de primera fila, no sé en qué momento, ni por quién. Decidimos ver la pantalla que nos cuenta la vida que debíamos vivir detrás de una silueta que se mueve a un lado u otro, y que nos tapa algunos trozos de esa falsa realidad. Y es que la realidad no es más que una interpretación. Un sesgo que todos votamos con sólo mirarnos, un contrato no verbal ni escrito. El pacto de un conjunto de personas que a veces sí, y a veces no, se conocen entre sí.

La fragilidad de este escenario ha dejado en evidencia el hilo narrativo de la novela sobre la humanidad. Tan en desacuerdo nos tiene a todos, y más ahora, que hace surgir los verdaderos problemas. La naturaleza de nosotros mismos nos lleva al conflicto, y nunca mejor dicho, como es natural. Seguimos siendo animales, aunque sea con tecnología, con escritura, lenguas, y hasta filosofía. Porque al igual que una cadena es tan fuerte como el eslabón más débil, los humanos somos tan frágiles, tan maleables, y tan conflictivos, como el humano menos evolucionado. Pero claro, esa evolución apunta a distintos destinos según el interés de cada eslabón. Y de ahí que me refiera al contrato no verbal, al pacto, que sin quererlo o pensarlo si quiera, acordamos cada uno de los habitantes de este planeta.

Así que te invito a hacerte una pregunta, ahora que quizás, en mi esperanza, te creo capaz de ver aunque sea por un instante, el mundo con un cristal nuevo. Sin arañazos, ni desgaste, ni restos de las estaciones y el tiempo. Permítete pensar como mirada nueva, y dime...

¿Qué destino te gustaría para tí, tus descendientes, tus amigos y familia, y las generaciones que continúen el camino que un día todos iniciamos? 

¿Es este el mundo que se dirige a ese destino, que añoras sin haber vivido?

¿Acaso podrías saberlo, podría yo, podría alguien?

En nuestro egocentrismo todos creemos un poco que sabemos qué es lo mejor, y qué es lo peor. Qué nos conviene, y qué nos acerca a un futuro idealizado. Y en el filosofar, debatir, y batallar se nos va la vida... sin hacer nada. Dejando que unos pocos, con más o menos acierto y proximidad a nuestros pensamientos decidan por nosotros, mientras aporreamos una almohada imaginando que estamos forjando una herramienta, cuando lo único que conseguimos son sonidos amortiguados en nuestra propia soledad.

Hay una frase que usamos algunas personas cercanas a mí, y yo mismo, con cierta frecuencia, y es la que dice "mejor hecho que perfecto". Algo pragmático, basado en el "antiprocrastinismo" si me permites la palabrota.

Es de suma importancia, fundamental, y si me dejas así decirlo... vital, que todos aireemos qué futuro queremos. Al decirlo ponemos ahí fuera un poquito de nosotros, ese condimento que el mundo necesita más que nunca para que la receta de la realidad, recordemos el acuerdo no verbal, sea la correcta. No para tí, ni para aquel, ni para mí. Porque lo correcto no es lo que una persona dice, sino lo que perjudica al menor número de personas. Aún así, siempre habrá quien sale peor parado que la  mayoría. Y para esa persona jamás se sentirá como lo correcto por mucho que queramos convencer, dialogar, y demostrar. Es un derecho, un deber, y hasta una misión de todos, que los menos favorecidos por la realidad tengan voz, voto, y puedan no ser partícipes de ésta. La voluntariedad de cada medida acotada.


No podemos pensar que somos dueños y señores de la vida de nadie, y eso va por todos, entre los que me incluyo. Aunque hayan grupos que recientemente creen que saben lo que es mejor para la humanidad, en sus grupos poco representantes de la mayoría de humanos. Y, desde la lógica, queda clara la contradicción. Pero incluso cuando los grupos alcanzan a una inmensa mayoría, como ya he dicho, debe estar garantizada la libertad de quienes no desean ser parte de la fotografía, de la inmortalización de ese período de existencia planetaria. Cada sistema de vivencias, y de "realidades" no pactadas, o sí, que no permita la secesión de cada uno de los individuos si así lo desea, no es más que una tiranía.

Vivimos un momento difícil para todos los humanos, e incluso para todas las especies que habitan el planeta, pero especialmente para nosotros, pues nuestra naturaleza autodestructiva y poco respetuosa con el que no quiere formar parte de ella, complica cada situación. El mundo seguirá a pesar de nosotros.

Hoy más que nunca debemos aportar nuestro ingrediente secreto, nosotros mismos, a la receta. Y si el sabor resultante no gusta, algo previsible, dejemos que sea un almuerzo voluntario.

Perdóname la inmensa cantidad de metáforas que he utilizado en este post. Son muchos los años que llevaba sin verter aquí un trocito de mí, y cuanto más complicado es hacerlo, menos directo intento ser. El mensaje, considero, es preferible que cale a la medida de cada uno. Como la historia de un libro que te imaginas a tu medida. Lo dejo a interpretación intencionadamente.

Salvo un detalle, el respeto, y la libertad, allá donde ésto sea leído. Pues ahora más que nunca la libertad de expresión está en peligro de extinción.